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Estrategias fundamentales para proteger y hacer crecer los activos de los inversores en los mercados elegidos.
Un alud de datos económicos ha arrasado los mercados en el mes de marzo, sepultando a los inversores. Y en este clima de deshielo del panorama inversor, la narrativa económica de China nos ha sorprendido con leves pero esperanzadores atisbos de mejora.
Aunque últimamente es habitual ver a China como «no invertible», consideramos que para los inversores a largo plazo, rehuir el potencial de la que pronto será la principal economía del mundo —incluso con las tasas de crecimiento actuales— no es una estrategia viable.
En la sesión anual de la Asamblea Popular Nacional de China celebrada el pasado mes, los mensajes se centraron en el crecimiento (tras años anteponiendo las prioridades geopolíticas y la seguridad). El Gobierno mantuvo su objetivo de crecimiento para 2024 en alrededor del 5 %, sin cambios respecto al año anterior, y se comprometió a dar pasos hacia la fabricación avanzada y a esforzarse por mitigar riesgos en su mercado inmobiliario. También fijó el objetivo de inflación de los precios al consumo en el 3 %.
Creemos que puede ser una señal de que las autoridades chinas admiten que es necesario volver a poner el foco en la economía. Si bien los inversores están decepcionados por la falta de medidas de apoyo contundentes hasta el momento, en nuestra opinión, alcanzar ese objetivo del 3 % de inflación no será posible sin estímulo fiscal, una reforma estructural o impulsos monetarios. Las medidas concretas dependerán de las autoridades chinas, pero tenemos claro que algo tienen que hacer.
Algunos observadores del mercado señalan los paralelismos entre los retos a los que se enfrenta China y lo sucedido en los años noventa en Japón, cuando el milagro económico, ya en declive, dio paso a la «década perdida». Como destacábamos en nuestra reflexión del mes pasado sobre si a China le aguarda un destino similar, hay ciertas semejanzas en términos estructurales, como los datos demográficos poco favorables (bajos índices de natalidad y disminución de la población activa), la debilidad de la demanda de los consumidores y un sector inmobiliario tambaleante. Este último se ha visto bajo presión los dos primeros meses del año, dada la caída del 9 % en inversión inmobiliaria frente al mismo periodo del año anterior.
Los argumentos a favor de los estímulos, como los bonos especiales a ultralargo plazo y la voluntad del Banco Popular de China de seguir reduciendo su coeficiente de reserva obligatoria, son señales positivas. La producción industrial china también ha crecido a un ritmo récord en casi dos años, con incrementos del 7 % interanual en enero y febrero, superando las expectativas de los economistas, del 5 %. Igualmente, las ventas al por menor registraron datos algo mejores de lo esperado, impulsadas por el gasto del Año Nuevo chino. Si además tenemos en cuenta el repunte de las inversiones extranjeras directas en China —que, por primera vez en 25 años, entraron en terreno negativo en el tercer trimestre de 2023, aunque se recuperaron en el último trimestre del año—, cabe preguntarse: ¿está empezando por fin a asentarse la titubeante recuperación económica china?
Todavía es pronto, pero atisbamos los primeros brotes de esperanza y la posibilidad de que China vaya por la senda de la recuperación. Si bien podría ser un camino difícil, la mejora de los flujos de capital y los indicios de voluntad en el plano nacional a hacer lo que haga falta para estimular el crecimiento abrirían la posibilidad de una recuperación en China.
En esta edición de Investors’ Outlook encontrará una reflexión en profundidad sobre la economía de la zona euro, un análisis minucioso de la subida de los precios de las materias primas e información acerca de nuestra asignación de activos.
La pendiente hacia la recuperación económica podría ser resbaladiza, pero siempre procuramos guiar a nuestros clientes con paso firme.
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(en inglés)